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MARCOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

1:1 El principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.
1:2 Como está escrito en el profeta Isaías: He aquí envío mi mensajero delante de ti, quien preparará tu camino.
1:3 Voz del que proclama en el desierto: "Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas."
1:4 Así Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados.
1:5 Y salía a él toda la provincia de Judea y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
1:6 Juan estaba vestido de pelo de camello y con un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre.
1:7 Y predicaba diciendo: "Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la correa de su calzado.
1:8 Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo."
1:9 Aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
1:10 Y en seguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como paloma.
1:11 Y vino una voz desde el cielo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia."
1:12 En seguida, el Espíritu le impulsó al desierto,
1:13 y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba con las fieras, y los ángeles le servían.
1:14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios,
1:15 y diciendo: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!"
1:16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés hermano de Simón, echando la red en el mar; porque eran pescadores.
1:17 Jesús les dijo: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres."
1:18 De inmediato dejaron sus redes y le siguieron.
1:19 Al ir un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo y a su hermano Juan. Ellos estaban en su barca arreglando las redes.
1:20 En seguida les llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca junto con los jornaleros, se fueron en pos de él.
1:21 Entraron en Capernaúm. Y en seguida, entrando él en la sinagoga los sábados, enseñaba.
1:22 Y se asombraban de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
1:23 Y en ese momento un hombre con espíritu inmundo estaba en la sinagoga de ellos, y exclamó
1:24 diciendo: --¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres: ¡el Santo de Dios!
1:25 Jesús le reprendió diciendo: --¡Cállate y sal de él!
1:26 Y el espíritu inmundo lo sacudió con violencia, clamó a gran voz y salió de él.
1:27 Todos se maravillaron, de modo que discutían entre sí diciendo: --¿Qué es esto? ¡Una nueva doctrina con autoridad! Aun a los espíritus inmundos él manda, y le obedecen.
1:28 Y pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región alrededor de Galilea.
1:29 En seguida, cuando salieron de la sinagoga, fueron con Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés.
1:30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y de inmediato le hablaron de ella.
1:31 El se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Y le dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles.
1:32 Al atardecer, cuando se puso el sol, le traían todos los enfermos y los endemoniados.
1:33 Toda la ciudad estaba reunida a la puerta.
1:34 Y él sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios. Y no permitía a los demonios hablar, porque le conocían.
1:35 Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche, Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba.
1:36 Simón y sus compañeros fueron en busca de él.
1:37 Le encontraron y le dijeron: --Todos te buscan.
1:38 El les respondió: --Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.
1:39 Y fue predicando en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echando fuera los demonios.
1:40 Y vino a él un leproso implorándole, y de rodillas le dijo: --Si quieres, puedes limpiarme.
1:41 Jesús, movido a compasión, extendió la mano, le tocó y le dijo: --Quiero; sé limpio.
1:42 Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó limpio.
1:43 En seguida, le despidió después de amonestarle
1:44 y le dijo: --Mira, no digas nada a nadie. Más bien vé, muéstrate al sacerdote y ofrece lo que mandó Moisés en cuanto a tu purificación, para testimonio a ellos.
1:45 Pero cuando salió, él comenzó a proclamar y a difundir mucho el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba afuera en lugares despoblados. Y venían a él de todas partes.
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2:1 Cuando él entró otra vez en Capernaúm después de algunos días, se oyó que estaba en casa.
2:2 Muchos acudieron a él, de manera que ya no cabían ni ante la puerta; y él les hablaba la palabra.
2:3 Entonces vinieron a él trayendo a un paralítico cargado por cuatro.
2:4 Y como no podían acercarlo a él debido al gentío, destaparon el techo donde Jesús estaba, y después de hacer una abertura bajaron la camilla en que el paralítico estaba recostado.
2:5 Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: --Hijo, tus pecados te son perdonados.
2:6 Algunos de los escribas estaban sentados allí y razonaban en sus corazones:
2:7 --¿Por qué habla éste así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados, sino uno solo, Dios?
2:8 De inmediato Jesús, dándose cuenta en su espíritu de que razonaban así dentro de sí mismos, les dijo: --¿Por qué razonáis así en vuestros corazones?
2:9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados"; o decirle: "Levántate, toma tu camilla y anda"?
2:10 Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra--dijo al paralítico--:
2:11 A ti te digo, ¡levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!
2:12 Y se levantó, y en seguida tomó su camilla y salió en presencia de todos, de modo que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: --¡Jamás hemos visto cosa semejante!
2:13 Jesús salió otra vez junto al mar, y toda la gente venía a él, y él les enseñaba.
2:14 Y pasando, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: "Sígueme." Y levantándose, le siguió.
2:15 Sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban también sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos y le habían seguido.
2:16 Y cuando los escribas de los fariseos le vieron comer con los pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: --¿Por qué come con los publicanos y pecadores?
2:17 Al oírlo, Jesús les dijo: --Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido para llamar a justos, sino a pecadores.
2:18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando. Fueron a Jesús y le dijeron: --¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan?
2:19 Jesús les dijo: --¿Acaso pueden ayunar los que están de bodas mientras el novio está con ellos? Entretanto que tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.
2:20 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquel día ayunarán.
2:21 Nadie pone parche de tela nueva en vestido viejo. De otra manera, el parche nuevo tira del viejo, y la rotura se hace peor.
2:22 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino rompe los odres, y se pierde el vino, y también los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos.
2:23 Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos se pusieron a caminar arrancando espigas.
2:24 Los fariseos le decían: --Mira, ¿por qué hacen en los sábados lo que no es lícito?
2:25 Y él les dijo: --¿Nunca habéis leído qué hizo David cuando tuvo necesidad y pasó hambre él y los que estaban con él;
2:26 cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la Presencia, y aun dio a los que estaban con él; cosa que no es lícito comer, salvo a los sacerdotes?
2:27 --También les dijo--: El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
2:28 Así que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado.
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3:1 Entró otra vez en la sinagoga, y estaba allí un hombre que tenía la mano paralizada.
3:2 Y estaban al acecho a ver si le sanaría en sábado, a fin de acusarle.
3:3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano paralizada: --¡Ponte de pie en medio!
3:4 Y a ellos les dijo: --¿Es lícito en sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o matar? Pero ellos callaban.
3:5 Y mirándolos en derredor con enojo, dolorido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: --Extiende tu mano. Y la extendió, y su mano le fue restaurada.
3:6 Los fariseos salieron en seguida, junto con los herodianos, y tomaron consejo contra él, cómo destruirlo.
3:7 Jesús se apartó con sus discípulos al mar, y le siguió una gran multitud de gente procedente de Galilea. Y de Judea,
3:8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y Sidón una gran multitud vino a él, porque habían oído de las grandes cosas que hacía.
3:9 Y Jesús dijo a sus discípulos que siempre tuviesen lista una barca a causa del gentío, para que no lo apretujaran;
3:10 porque había sanado a muchos, de modo que le caían encima todos cuantos tenían plagas, para tocarlo.
3:11 Y los espíritus inmundos, siempre que le veían, se postraban delante de él y gritaban diciendo: "¡Tú eres el Hijo de Dios!"
3:12 Pero él les reprendía mucho para que no le dieran a conocer.
3:13 Entonces subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y fueron a él.
3:14 Constituyó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
3:15 y tener autoridad para echar fuera los demonios.
3:16 Y constituyó a los doce: a Simón (a quien le puso por nombre Pedro),
3:17 a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan el hermano de Jacobo (a ellos les puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno),
3:18 a Andrés, a Felipe, a Bartolomé, a Mateo, a Tomás, a Jacobo hijo de Alfeo, a Tadeo, a Simón el cananita
3:19 y a Judas Iscariote (el que le entregó). El volvió a casa,
3:20 y otra vez se reunió la multitud, de modo que ellos no podían ni siquiera comer pan.
3:21 Cuando los suyos lo oyeron, fueron para prenderle, porque decían que estaba fuera de sí.
3:22 Los escribas que habían descendido de Jerusalén decían que estaba poseído por Beelzebul y que mediante el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
3:23 Y habiéndolos llamado a su lado, les hablaba en parábolas: "¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
3:24 Si un reino se divide contra sí, ese reino no puede permanecer.
3:25 Si una casa se divide contra sí, esa casa no podrá permanecer.
3:26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que su fin ha llegado.
3:27 Al contrario, nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al hombre fuerte. Y entonces saqueará su casa.
3:28 De cierto os digo que a los hijos de los hombres les serán perdonados todos los pecados y blasfemias, cualesquiera que sean.
3:29 Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, sino que es culpable de pecado eterno."
3:30 Dijo esto porque decían: "Tiene espíritu inmundo."
3:31 Entonces fueron su madre y sus hermanos, y quedándose fuera enviaron a llamarle.
3:32 Mucha gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: --Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan afuera.
3:33 El respondiendo les dijo: --¿Quién es mi madre y mis hermanos?
3:34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: --He aquí mi madre y mis hermanos.
3:35 Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre.
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4:1 Otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y se reunió ante él una multitud muy grande; de manera que él entró en una barca mar adentro y se sentó allí, y toda la multitud estaba en la playa, frente al mar.
4:2 Y les enseñaba muchas cosas en parábolas. Les decía en su enseñanza:
4:3 "¡Oíd! He aquí un sembrador salió a sembrar.
4:4 Y mientras sembraba, aconteció que parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron.
4:5 Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y en seguida brotó; porque la tierra no era profunda.
4:6 Y cuando salió el sol se quemó, y porque no tenía raíces se secó.
4:7 Otra parte cayó entre los espinos. Y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
4:8 Y otras semillas cayeron en buena tierra y creciendo y aumentando dieron fruto. Y llevaban fruto a treinta, sesenta y ciento por uno."
4:9 Y decía: "El que tiene oído para oír, oiga."
4:10 Cuando estuvo solo, los que estaban alrededor de él junto con los doce le preguntaban en cuanto a las parábolas.
4:11 Y él les decía: "A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; pero para los que están fuera, todas las cosas están en parábolas,
4:12 para que viendo vean y no perciban, y oyendo oigan y no entiendan; de modo que no se conviertan y les sea perdonado."
4:13 Luego les dijo: "¿No comprendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
4:14 El sembrador siembra la palabra.
4:15 Primero están estos que caen junto al camino donde se siembra la palabra. Y cuando la oyen, en seguida viene Satanás y quita la palabra que había sido sembrada en ellos.
4:16 También los que son sembrados en pedregales son aquellos que, cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con gozo;
4:17 pero no tienen raíz en sí, sino que son de poca duración. Entonces, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropiezan.
4:18 Y otros son los que son sembrados entre espinos. Ellos son los que oyen la palabra,
4:19 pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y ahogan la palabra, y queda sin fruto.
4:20 Y aquellos que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y producen fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno."
4:21 También les dijo: "¿Acaso se trae una lámpara para que sea puesta debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para que sea puesta sobre el candelero?
4:22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni nada escondido, sino para que salga en claro.
4:23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga."
4:24 Les dijo también: "Considerad lo que oís: Con la medida con que medís, será medido para vosotros y os será añadido.
4:25 Porque al que tiene le será dado, y al que no tiene aun lo que tiene le será quitado."
4:26 También decía: "Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra.
4:27 El duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
4:28 Porque de por sí la tierra da fruto: primero el tallito, luego las espigas y después el grano lleno en la espiga.
4:29 Y cuando el fruto se ha producido, en seguida él mete la hoz, porque la siega ha llegado."
4:30 También decía: "¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo compararemos?
4:31 Es como un grano de mostaza que, cuando es sembrado en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra.
4:32 Pero una vez sembrado, crece y se convierte en la más grande de todas las hortalizas, y echa ramas muy grandes, de modo que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra."
4:33 Con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
4:34 No les hablaba sin parábolas, pero en privado les explicaba todo a sus discípulos.
4:35 Aquel día, al anochecer, les dijo: --Pasemos al otro lado.
4:36 Y después de despedir a la multitud, le recibieron en la barca, tal como estaba. Y había otras barcas con él.
4:37 Entonces se levantó una gran tempestad de viento que arrojaba las olas a la barca, de modo que la barca ya se anegaba.
4:38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal; pero le despertaron diciendo: --¡Maestro! ¿No te importa que perecemos?
4:39 Y despertándose, reprendió al viento y dijo al mar: --¡Calla! ¡Enmudece! Y el viento cesó y se hizo grande bonanza.
4:40 Y les dijo: --¿Por qué estáis miedosos? ¿Todavía no tenéis fe?
4:41 Ellos temieron con gran temor y se decían el uno al otro: --Entonces, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?
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5:1 Fueron a la otra orilla del mar a la región de los gadarenos.
5:2 Apenas salido él de la barca, de repente le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo.
5:3 Este tenía su morada entre los sepulcros. Y nadie podía atarle ni siquiera con cadenas,
5:4 ya que muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había hecho pedazos las cadenas y desmenuzado los grillos. Y nadie lo podía dominar.
5:5 Continuamente, de día y de noche, andaba entre los sepulcros y por las montañas, gritando e hiriéndose con piedras.
5:6 Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y le adoró.
5:7 Y clamando a gran voz dijo: --¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
5:8 Pues Jesús le decía: --Sal de este hombre, espíritu inmundo.
5:9 Y le preguntó: --¿Cómo te llamas? Y le dijo: --Me llamo Legión, porque somos muchos.
5:10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.
5:11 Allí cerca de la montaña estaba paciendo un gran hato de cerdos.
5:12 Y le rogaron diciendo: --Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.
5:13 Jesús les dio permiso. Y los espíritus inmundos salieron y entraron en los cerdos, y el hato se lanzó al mar por un despeñadero, como dos mil cerdos, y se ahogaron en el mar.
5:14 Los que apacentaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y fueron para ver qué era lo que había acontecido.
5:15 Llegaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
5:16 Los que lo habían visto les contaron qué había acontecido al endemoniado y lo de los cerdos,
5:17 y ellos comenzaron a implorar a Jesús que saliera de sus territorios.
5:18 Y mientras él entraba en la barca, el que había sido poseído por el demonio le rogaba que le dejase estar con él.
5:19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: --Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y cómo tuvo misericordia de ti.
5:20 El se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban.
5:21 Cuando Jesús había cruzado de nuevo en la barca a la otra orilla, se congregó alrededor de él una gran multitud. Y él estaba junto al mar.
5:22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo. Cuando le vio, se postró a sus pies
5:23 y le imploró mucho diciendo: --Mi hijita está agonizando. ¡Ven! Pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva.
5:24 Jesús fue con él. Y le seguía una gran multitud, y le apretujaban.
5:25 Había una mujer que sufría de hemorragia desde hacía doce años.
5:26 Había sufrido mucho de muchos médicos y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado; más bien, iba de mal en peor.
5:27 Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás de él entre la multitud y tocó su manto,
5:28 porque ella pensaba: "Si sólo toco su manto, seré sanada."
5:29 Al instante, se secó la fuente de su sangre y sintió en su cuerpo que ya estaba sana de aquel azote.
5:30 De pronto Jesús, reconociendo dentro de sí que había salido poder de él, volviéndose a la multitud dijo: --¿Quién me ha tocado el manto?
5:31 Sus discípulos le dijeron: --Ves la multitud que te apretuja, y preguntas: "¿Quién me tocó?"
5:32 El miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
5:33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, fue y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
5:34 El le dijo: --Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sanada de tu azote.
5:35 Mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga, diciendo: --Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestas más al Maestro?
5:36 Pero Jesús, sin hacer caso a esta palabra que se decía, dijo al principal de la sinagoga: --No temas; sólo cree.
5:37 Y no permitió que nadie le acompañara, sino Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo.
5:38 Llegaron a la casa del principal de la sinagoga, y él vio el alboroto y los que lloraban y lamentaban mucho.
5:39 Y al entrar, les dijo: --¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme.
5:40 Ellos se burlaban de él. Pero él los sacó a todos y tomó al padre y a la madre de la niña y a los que estaban con él, y entró a donde estaba la niña.
5:41 Tomó la mano de la niña y le dijo: --Talita, cumi--que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate--.
5:42 Y en seguida la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y quedaron atónitos.
5:43 El les mandó estrictamente que nadie lo supiese y ordenó que le diesen a ella de comer.
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6:1 Salió de allí y fue a su tierra, y sus discípulos le siguieron.
6:2 Y cuando llegó el sábado, él comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos quedaban atónitos cuando le oían, y decían: --¿De dónde le vienen a éste estas cosas? ¿Qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¡Cuántas obras poderosas son hechas por sus manos!
6:3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban de él.
6:4 Pero Jesús les decía: --No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus familiares y en su casa.
6:5 Y no pudo hacer allí ningún hecho poderoso, sino que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6:6 Estaba asombrado a causa de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
6:7 Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos. Les daba autoridad sobre los espíritus inmundos.
6:8 Les mandó que no llevasen nada para el camino: ni pan, ni bolsa, ni dinero en el cinto, sino solamente un bastón;
6:9 pero que calzasen sandalias y que no vistiesen dos túnicas.
6:10 Y les decía: "Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
6:11 Cualquier lugar que no os reciba ni os oiga, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio contra ellos."
6:12 Entonces ellos salieron y predicaron que la gente se arrepintiese.
6:13 Echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
6:14 El rey Herodes oyó de Jesús, porque su nombre había llegado a ser muy conocido. Unos decían: "Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por esta razón operan estos poderes en él."
6:15 Otros decían: "Es Elías." Mientras otros decían: "Es profeta como uno de los profetas."
6:16 Pero cuando Herodes oyó esto, dijo: "¡Juan, a quien yo decapité, ha resucitado!"
6:17 Porque Herodes mismo había mandado prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodía, la mujer de su hermano Felipe; porque se había casado con ella.
6:18 Pues Juan le decía a Herodes: "No te es lícito tener la mujer de tu hermano."
6:19 Pero Herodía le acechaba y deseaba matarle, aunque no podía;
6:20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía. Y al escucharle quedaba muy perplejo, pero le oía de buena gana.
6:21 Llegó un día oportuno cuando Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, dio una cena para sus altos oficiales, los tribunos y las personas principales de Galilea.
6:22 Entonces la hija de Herodía entró y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey le dijo a la muchacha: --Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
6:23 Y le juró mucho: --Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
6:24 Ella salió y dijo a su madre: --¿Qué pediré? Y ésta dijo: --La cabeza de Juan el Bautista.
6:25 En seguida ella entró con prisa al rey y le pidió diciendo: --Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
6:26 El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban a la mesa, no quiso rechazarla.
6:27 Inmediatamente el rey envió a uno de la guardia y mandó que fuese traída su cabeza. Este fue, le decapitó en la cárcel
6:28 y llevó su cabeza en un plato; la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
6:29 Cuando sus discípulos oyeron esto, fueron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
6:30 Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
6:31 El les dijo: --Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían oportunidad para comer.
6:32 Y se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
6:33 Pero muchos les vieron ir y les reconocieron. Y corrieron allá a pie de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
6:34 Cuando Jesús salió, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor. Entonces comenzó a enseñarles muchas cosas.
6:35 Como la hora era ya muy avanzada, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: --El lugar es desierto, y la hora avanzada.
6:36 Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren para sí algo que comer.
6:37 El les respondió y dijo: --Dadles vosotros de comer. Le dijeron: --¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
6:38 El les dijo: --¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Al enterarse, le dijeron: --Cinco, y dos pescados.
6:39 El les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
6:40 Se recostaron por grupos, de cien en cien y de cincuenta en cincuenta.
6:41 Y él tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes. Luego iba dando a sus discípulos para que los pusiesen delante de los hombres, y también repartió los dos pescados entre todos.
6:42 Todos comieron y se saciaron,
6:43 y recogieron doce canastas llenas de los pedazos de pan y de los pescados.
6:44 Y los que comieron los panes eran como cinco mil hombres.
6:45 En seguida obligó a sus discípulos a subir en la barca para ir delante de él a Betsaida, en la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.
6:46 Y habiéndose despedido de ellos, se fue al monte a orar.
6:47 Al caer la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
6:48 Viendo que ellos se fatigaban remando, porque el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche, él fue a ellos caminando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.
6:49 Pero cuando ellos vieron que él caminaba sobre el mar, pensaron que era un fantasma y clamaron a gritos;
6:50 porque todos le vieron y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: "¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!"
6:51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento. Ellos estaban sumamente perplejos,
6:52 pues aún no habían comprendido lo de los panes; más bien, sus corazones estaban endurecidos.
6:53 Y cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra de Genesaret y amarraron la barca.
6:54 Pero cuando ellos salieron de la barca, en seguida le reconocieron.
6:55 Recorrieron toda aquella región, y comenzaron a traer en camillas a los que estaban enfermos a donde oían que él estaba.
6:56 Dondequiera que entraba, ya sea en aldeas o ciudades o campos, ponían en las plazas a los que estaban enfermos, y le rogaban que sólo pudiesen tocar el borde de su manto. Y todos los que le tocaban quedaban sanos.
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7:1 Se juntaron a Jesús los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén.
7:2 Ellos vieron que algunos discípulos de él estaban comiendo pan con las manos impuras, es decir, sin lavar.
7:3 Pues los fariseos y todos los judíos, si no se lavan las manos hasta la muñeca, no comen, porque se aferran a la tradición de los ancianos.
7:4 Cuando vuelven del mercado, si no se lavan, no comen. Y hay muchas otras cosas que aceptaron para guardar, como los lavamientos de las copas, de los jarros y de los utensilios de bronce y de los divanes.
7:5 Le preguntaron los fariseos y los escribas: --¿Por qué no andan tus discípulos de acuerdo con la tradición de los ancianos, sino que comen pan con las manos impuras?
7:6 Y les respondió diciendo: --Bien profetizó Isaías acerca de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí.
7:7 Y en vano me rinden culto, enseñando como doctrina los mandamientos de hombres.
7:8 Porque dejando los mandamientos de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.
7:9 Les decía también: --¡Bien desecháis el mandamiento de Dios para establecer vuestra tradición!
7:10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldice a su padre o a su madre muera irremisiblemente.
7:11 Pero vosotros decís que si alguien dice a su padre o madre: "Aquello con que hubieras sido beneficiado de parte mía es Corbán" --es decir, una ofrenda a Dios--,
7:12 ya no le permitís hacer nada por su padre o su madre.
7:13 Así invalidáis la palabra de Dios mediante vuestra tradición que habéis trasmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.
7:14 Llamando a sí otra vez a toda la multitud, les decía: --Oídme todos y entended.
7:15 No hay nada fuera del hombre que por entrar en él le pueda contaminar. Pero lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre.
7:16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
7:17 Cuando entró en casa, aparte de la multitud, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola.
7:18 Y les dijo: --¿Así que también vosotros carecéis de entendimiento? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombre desde fuera le puede contaminar?
7:19 Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y sale a la letrina. Así declaró limpias todas las comidas.
7:20 Y decía: --Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.
7:21 Porque desde adentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, las inmoralidades sexuales, los robos, los homicidios,
7:22 los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la sensualidad, la envidia, la blasfemia, la insolencia y la insensatez.
7:23 Todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre.
7:24 Y levantándose, partió de allí para los territorios de Tiro y de Sidón. Y entró en una casa y no quería que nadie lo supiese, pero no pudo esconderse.
7:25 Más bien, en seguida oyó de él una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, y vino y cayó a sus pies.
7:26 La mujer era griega, de nacionalidad sirofenicia, y le rogaba que echase el demonio fuera de su hija.
7:27 Pero Jesús le dijo: --Deja primero que se sacien los hijos, porque no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos.
7:28 Ella respondió y le dijo: --Sí, Señor; también los perritos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos.
7:29 Entonces él le dijo: --Por causa de lo que has dicho, vé; el demonio ha salido de tu hija.
7:30 Y cuando ella se fue a su casa, halló a su hija acostada en la cama y que el demonio había salido.
7:31 Al salir de nuevo de los territorios de Tiro, fue por Sidón al mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis.
7:32 Entonces le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.
7:33 Y tomándole aparte de la multitud, metió los dedos en sus orejas, escupió y tocó su lengua.
7:34 Luego mirando al cielo, suspiró y le dijo: --¡Efata! --que quiere decir: Sé abierto--.
7:35 Y de inmediato fueron abiertos sus oídos y desatada la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
7:36 El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más lo proclamaban.
7:37 Se maravillaban sin medida, diciendo: --¡Todo lo ha hecho bien! Aun a los sordos hace oír, y a los mudos hablar.
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8:1 En aquellos días, ya que otra vez había una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
8:2 --Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer.
8:3 Si les despido a sus casas en ayunas, se desmayarán en el camino; y algunos de ellos han venido de lejos.
8:4 Sus discípulos le respondieron: --¿De dónde podrá alguien saciar a éstos de pan, aquí en el desierto?
8:5 Y les preguntó: --¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: --Siete.
8:6 Entonces él mandó a la multitud recostarse en tierra. Tomó los siete panes, y habiendo dado gracias, los partió y daba a sus discípulos para que ellos los sirviesen. Y ellos los sirvieron a la multitud.
8:7 También tenían unos pocos pescaditos. Y después de bendecirlos, él mandó que también los sirviesen.
8:8 Comieron y se saciaron, y recogieron siete cestas de los pedazos que habían sobrado.
8:9 Y eran como cuatro mil. El los despidió;
8:10 y luego, entrando en la barca con sus discípulos, se fue a la región de Dalmanuta.
8:11 Salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, para probarle.
8:12 El suspiró profundamente en su espíritu y dijo: "¿Por qué pide esta generación una señal? De cierto os digo que a esta generación no se le dará ninguna señal."
8:13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y cruzó a la otra orilla.
8:14 Se habían olvidado de llevar pan, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan.
8:15 Y él les mandó, diciendo: --Mirad; guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.
8:16 Ellos discutían los unos con los otros, porque no tenían pan.
8:17 Como Jesús lo entendió, les dijo: --¿Por qué discutís? ¿Porque no tenéis pan? ¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis endurecido vuestro corazón?
8:18 Teniendo ojos, ¿no veis? Teniendo oídos, ¿no oís? ¿No os acordáis?
8:19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis? Ellos dijeron: --Doce.
8:20 --Y cuando repartí los siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Ellos dijeron: --Siete.
8:21 El les preguntó: --¿Todavía no comprendéis?
8:22 Jesús fue a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaban que lo tocase.
8:23 Entonces tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea. Después de mojarle los ojos con saliva e imponerle las manos, le preguntó: --¿Ves algo?
8:24 Al mirar, él decía: --Veo a los hombres, pero los veo como árboles que andan.
8:25 Luego puso otra vez las manos sobre sus ojos, y miró intensamente. Y fue restaurada su vista, y veía todo de lejos y claramente.
8:26 Entonces Jesús le envió a su casa, diciéndole: --No entres en la aldea.
8:27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó a sus discípulos diciendo: --¿Quién dice la gente que soy yo?
8:28 Ellos respondieron: --Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; otros, uno de los profetas.
8:29 Entonces él les preguntó: --Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro le dijo: --¡Tú eres el Cristo!
8:30 El les mandó enérgicamente que no hablasen a nadie acerca de él.
8:31 Luego comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre padeciese mucho, que fuese desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitado después de tres días.
8:32 Les decía esto claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle.
8:33 Pero él se dio vuelta, y mirando a sus discípulos reprendió a Pedro diciéndole: --¡Quítate de delante de mí, Satanás! Porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
8:34 Y llamó a sí a la gente, juntamente con sus discípulos, y les dijo: --Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
8:35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
8:36 Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?
8:37 Porque, ¿qué dará el hombre en rescate por su alma?
8:38 Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
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9:1 También les dijo: --De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto que el reino de Dios ha venido con poder.
9:2 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y les hizo subir aparte, a solas, a un monte alto, y fue transfigurado delante de ellos.
9:3 Sus vestiduras se hicieron resplandecientes, muy blancas, tanto que ningún lavandero en la tierra las puede dejar tan blancas.
9:4 Y les apareció Elías con Moisés, y estaban hablando con Jesús.
9:5 Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: --Rabí, es bueno que nosotros estemos aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
9:6 Pues él no sabía qué decir, porque tuvieron miedo.
9:7 Vino una nube haciéndoles sombra, y desde la nube una voz decía: "Este es mi hijo amado; a él oíd."
9:8 Y de inmediato, mirando alrededor, ya no vieron a nadie más con ellos, sino sólo a Jesús.
9:9 Mientras descendían ellos del monte, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos.
9:10 Y ellos guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué significaría aquello de resucitar de entre los muertos.
9:11 Le preguntaron diciendo: --¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
9:12 El les dijo: --A la verdad, Elías viene primero y restaura todas las cosas. Y, ¿cómo está escrito acerca del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea menospreciado?
9:13 Sin embargo, os digo que Elías ya ha venido; e hicieron con él todo lo que quisieron, tal como está escrito de él.
9:14 Cuando llegaron a los discípulos, vieron una gran multitud alrededor de ellos, y a unos escribas que disputaban con ellos.
9:15 En seguida, cuando toda la gente le vio, se sorprendió, y corriendo hacia él le saludaron.
9:16 Y les preguntó: --¿Qué disputáis con ellos?
9:17 Le respondió uno de la multitud: --Maestro, traje a ti mi hijo porque tiene un espíritu mudo,
9:18 y dondequiera que se apodera de él, lo derriba. Echa espumarajos y cruje los dientes, y se va desgastando. Dije a tus discípulos que lo echasen fuera, pero no pudieron.
9:19 Y respondiendo les dijo: --¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os soportaré? ¡Traédmelo!
9:20 Se lo trajeron; y cuando el espíritu le vio, de inmediato sacudió al muchacho, quien cayó en tierra y se revolcaba, echando espumarajos.
9:21 Jesús preguntó a su padre: --¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? El dijo: --Desde niño.
9:22 Muchas veces le echa en el fuego o en el agua para matarlo; pero si puedes hacer algo, ¡ten misericordia de nosotros y ayúdanos!
9:23 Jesús le dijo: --¿"Si puedes..."? ¡Al que cree todo le es posible!
9:24 Inmediatamente el padre del muchacho clamó diciendo: --¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad!
9:25 Pero cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo diciéndole: --Espíritu mudo y sordo, yo te mando, ¡sal de él y nunca más entres en él!
9:26 Entonces, clamando y desgarrándole con violencia, el espíritu salió; y el muchacho quedó como muerto, de modo que muchos decían: --¡Está muerto!
9:27 Pero Jesús le tomó de la mano y le enderezó, y él se levantó.
9:28 Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado: --¿Por qué no pudimos echarlo fuera nosotros?
9:29 El les dijo: --Este género con nada puede salir, sino con oración.
9:30 Habiendo salido de allí, caminaban por Galilea. El no quería que nadie lo supiese,
9:31 porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: "El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, y le matarán. Y una vez muerto, resucitará después de tres días."
9:32 Pero ellos no entendían esta palabra y tenían miedo de preguntarle.
9:33 Llegó a Capernaúm. Y cuando estuvo en casa, Jesús les preguntó: --¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
9:34 Pero ellos callaron, porque lo que habían disputado los unos con los otros en el camino era sobre quién era el más importante.
9:35 Entonces se sentó, llamó a los doce y les dijo: --Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el siervo de todos.
9:36 Y tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
9:37 --El que en mi nombre recibe a alguien como este niño, a mí me recibe; y el que a mí me recibe no me recibe a mí, sino al que me envió.
9:38 Juan le dijo: --Maestro, vimos a alguien que echaba fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
9:39 Pero Jesús dijo: --No se lo prohibáis, porque nadie que haga milagros en mi nombre podrá después hablar mal de mí.
9:40 Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
9:41 Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que jamás perderá su recompensa.
9:42 Y a cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le atase una gran piedra de molino al cuello y que fuese echado al mar.
9:43 Si tu mano te hace tropezar, córtala. Mejor te es entrar manco a la vida que teniendo dos manos, ir al infierno, al fuego inextinguible,
9:44 donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
9:45 Si tu pie te hace tropezar, córtalo. Mejor te es entrar cojo a la vida que teniendo dos pies, ser echado al infierno,
9:46 donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
9:47 Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo. Mejor te es entrar con un solo ojo al reino de Dios que, teniendo dos ojos, ser echado al infierno,
9:48 donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
9:49 Porque todo será salado con fuego.
9:50 Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será salada? Tened sal en vosotros y vivid en paz los unos con los otros.
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10:1 Y levantándose de allí, fue a las regiones de Judea y de más allá del Jordán. Las multitudes volvieron a acudir a él, y de nuevo les enseñaba como él acostumbraba.
10:2 Entonces se acercaron unos fariseos para probarle, y le preguntaron si era lícito al marido divorciarse de su mujer.
10:3 Pero él respondió y les dijo: --¿Qué os mandó Moisés?
10:4 Ellos dijeron: --Moisés permitió escribir carta de divorcio y despedirla.
10:5 Pero Jesús les dijo: --Ante vuestra dureza de corazón, os escribió este mandamiento.
10:6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
10:7 Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer;
10:8 y serán los dos una sola carne. Así que, ya no son más dos, sino una sola carne.
10:9 Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.
10:10 En casa sus discípulos volvieron a preguntarle acerca de esto.
10:11 El les dijo: --Cualquiera que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella.
10:12 Y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
10:13 Y le presentaban niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendieron.
10:14 Al verlo, Jesús se indignó y les dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no les impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
10:15 De cierto os digo que cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niño, jamás entrará en él."
10:16 Entonces tomándolos en los brazos, puso las manos sobre ellos y los bendijo.
10:17 Cuando salía para continuar su camino, un hombre vino corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó: --Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna?
10:18 Pero Jesús le dijo: --¿Por qué me llamas "bueno"? Ninguno es bueno, sino sólo uno, Dios.
10:19 Tú conoces los mandamientos: No cometas homicidio, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.
10:20 Pero él le dijo: --Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
10:21 Entonces al mirarlo Jesús, le amó y le dijo: --Una cosa te falta: Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme.
10:22 Pero él, abatido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
10:23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: --¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
10:24 Los discípulos se asombraron por sus palabras; pero Jesús, respondiendo de nuevo, les dijo: --Hijitos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de Dios!
10:25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
10:26 Pero ellos quedaron aun más atónitos diciendo entre sí: --¿Y quién podrá ser salvo?
10:27 Entonces Jesús, mirándolos, les dijo: --Para los hombres es imposible; pero no para Dios. Porque para Dios todas las cosas son posibles.
10:28 Pedro comenzó a decirle: --He aquí, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
10:29 Jesús le dijo: --De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por causa de mí y del evangelio,
10:30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y en la edad venidera, la vida eterna.
10:31 Pero muchos primeros serán los últimos, y los últimos, primeros.
10:32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Estaban asombrados, y los que le seguían tenían miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a declarar las cosas que le estaban por acontecer:
10:33 --He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles.
10:34 Se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán; y después de tres días resucitará.
10:35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron: --Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos.
10:36 El les dijo: --¿Qué queréis que haga por vosotros?
10:37 Ellos dijeron: --Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
10:38 Entonces Jesús les dijo: --No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
10:39 Ellos dijeron: --Podemos. Y Jesús les dijo: --Beberéis la copa que yo bebo, y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado.
10:40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado.
10:41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y Juan.
10:42 Pero Jesús los llamó y les dijo: --Sabéis que los que son tenidos por príncipes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus grandes ejercen autoridad sobre ellos.
10:43 Pero no es así entre vosotros. Más bien, cualquiera que anhele hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
10:44 y cualquiera que anhele ser el primero entre vosotros será siervo de todos.
10:45 Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
10:46 Entonces llegaron a Jericó. Y cuando él iba saliendo de Jericó junto con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
10:47 Y cuando oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar diciendo: --¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!
10:48 Muchos le regañaban para que se callara, pero él gritaba aun más fuerte: --¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
10:49 Entonces Jesús se detuvo y mandó llamarle. Llamaron al ciego diciéndole: --Ten confianza. Levántate. El te llama.
10:50 Entonces él, tirando su manto, se levantó y fue a Jesús.
10:51 Y Jesús le respondió diciendo: --¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo: --Rabí, que yo recobre la vista.
10:52 Jesús le dijo: --Vete. Tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
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11:1 Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos
11:2 y les dijo: --Id a la aldea que está frente a vosotros, y cuando hayáis entrado allí, en seguida hallaréis atado un borriquillo sobre el cual ningún hombre ha montado. Desatadlo y traedlo.
11:3 Y si alguien os dice: "¿Por qué hacéis eso?", decidle: "El Señor lo necesita, y luego lo enviará aquí otra vez."
11:4 Ellos fueron y hallaron el borriquillo atado a la puerta, afuera, en la esquina de dos calles; y lo desataron.
11:5 Algunos de los que estaban allí les dijeron: --¿Qué hacéis desatando al borriquillo?
11:6 Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y les dejaron ir.
11:7 Trajeron el borriquillo a Jesús y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
11:8 Muchos tendieron sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles.
11:9 Los que iban delante y los que le seguían aclamaban: --¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
11:10 ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!
11:11 Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, y habiendo mirado todo en derredor, como la hora ya era tarde, salió para Betania con los doce.
11:12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
11:13 Y viendo desde lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallara en ella algo. Cuando vino a ella, no encontró nada sino hojas, porque no era tiempo de higos.
11:14 Entonces Jesús dijo a la higuera: "¡Nunca jamás coma nadie de tu fruto!" Y lo oyeron sus discípulos.
11:15 Llegaron a Jerusalén, y Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,
11:16 y no consentía que nadie cruzase por el templo llevando utensilio alguno.
11:17 Y enseñaba diciendo: "¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones."
11:18 Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, pues todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
11:19 Y al llegar la noche, Jesús y los suyos salieron de la ciudad.
11:20 Por la mañana, pasando por allí vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
11:21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: --Rabí, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
11:22 Respondiendo Jesús les dijo: --Tened fe en Dios.
11:23 De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar", y que no dude en su corazón, sino que crea que será hecho lo que dice, le será hecho.
11:24 Por esta razón os digo que todo por lo cual oráis y pedís, creed que lo habéis recibido, y os será hecho.
11:25 Y cuando os pongáis de pie para orar, si tenéis algo contra alguien, perdonadle, para que vuestro Padre que está en los cielos también os perdone a vosotros vuestras ofensas.
11:26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
11:27 Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
11:28 y le decían: --¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio la autoridad para hacer estas cosas?
11:29 Entonces Jesús les dijo: --Yo os haré una pregunta. Respondedme, y yo os diré con qué autoridad hago estas cosas:
11:30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme.
11:31 Entonces ellos razonaban entre sí diciendo: --Si decimos "del cielo", dirá: "¿Por qué, pues, no le creísteis?"
11:32 Pero si decimos "de los hombres..." Temían al pueblo, porque todos consideraban que verdaderamente Juan era profeta.
11:33 Entonces respondiendo a Jesús dijeron: --No sabemos. Y Jesús les dijo: --Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
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12:1 Entonces comenzó a hablarles en parábolas: --Un hombre plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos.
12:2 A su debido tiempo envió un siervo a los labradores, para recibir de los labradores una parte del fruto de la viña.
12:3 Pero ellos lo tomaron, lo hirieron y le enviaron con las manos vacías.
12:4 Volvió a enviarles otro siervo, pero a ése le hirieron en la cabeza y le afrentaron.
12:5 Y envió otro, y a éste lo mataron. Envió a muchos otros, pero ellos herían a unos y mataban a otros.
12:6 Teniendo todavía un hijo suyo amado, por último, también lo envió a ellos diciendo: "Tendrán respeto a mi hijo."
12:7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Venid, matémosle, y la heredad será nuestra."
12:8 Y le prendieron, lo mataron y le echaron fuera de la viña.
12:9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, destruirá a los labradores y dará la viña a otros.
12:10 ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo;
12:11 de parte del Señor sucedió esto, y es maravilloso en nuestros ojos?
12:12 Ellos procuraban prenderle, pero temían a la multitud, porque sabían que en aquella parábola se había referido a ellos. Y dejándole, se fueron.
12:13 Entonces enviaron a él algunos de los fariseos y de los herodianos para que le sorprendiesen en alguna palabra.
12:14 Y viniendo le dijeron: --Maestro, sabemos que eres hombre de verdad y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo al César, o no? ¿Daremos o no daremos?
12:15 Entonces él, como entendió la hipocresía de ellos, les dijo: --¿Por qué me probáis? Traedme un denario para que lo vea.
12:16 Se lo trajeron, y él les dijo: --¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le dijeron: --Del César.
12:17 Entonces Jesús les dijo: --Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaban de él.
12:18 Entonces vinieron a él unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo:
12:19 --Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja mujer y no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano.
12:20 Había siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar descendencia.
12:21 La tomó el segundo y murió sin dejar descendencia. El tercero, de la misma manera.
12:22 Así los siete no dejaron descendencia. Después de todos, murió también la mujer.
12:23 En la resurrección, cuando resuciten, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer?
12:24 Entonces Jesús les dijo: --¿No es por esto que erráis, porque no conocéis las Escrituras ni tampoco el poder de Dios?
12:25 Porque cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán ni se darán en casamiento, sino que son como los ángeles que están en los cielos.
12:26 Y con respecto a si resucitan los muertos, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, cómo le habló Dios desde la zarza diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
12:27 Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Vosotros erráis mucho.
12:28 Se le acercó uno de los escribas al oírles discutir; y dándose cuenta de que Jesús había respondido bien, le preguntó: --¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
12:29 Jesús le respondió: --El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
12:30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
12:31 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos.
12:32 Entonces el escriba le dijo: --Bien, Maestro. Has dicho la verdad: Dios es uno, y no hay otro aparte de él;
12:33 y amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
12:34 Y viendo Jesús que había respondido sabiamente, le dijo: --No estás lejos del reino de Dios. Ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.
12:35 Mientras estaba enseñando en el templo, Jesús respondiendo decía: --¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
12:36 David mismo dijo mediante el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies."
12:37 David mismo le llama "Señor"; ¿cómo es, pues, su hijo? Y la gran multitud le escuchaba con gusto.
12:38 Y en su enseñanza decía: --Guardaos de los escribas, a quienes les gusta pasearse con ropas largas y aman las salutaciones en las plazas,
12:39 las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes.
12:40 Estos, que devoran las casas de las viudas y como pretexto hacen largas oraciones, recibirán mayor condenación.
12:41 Estando Jesús sentado frente al arca del tesoro, observaba cómo el pueblo echaba dinero en el arca. Muchos ricos echaban mucho,
12:42 y una viuda pobre vino y echó dos blancas, que equivalen a un cuadrante.
12:43 El llamó a sus discípulos y les dijo: --De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que echaron en el arca.
12:44 Porque todos han echado de su abundancia; pero ésta, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento.
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13:1 Cuando él salía del templo, uno de sus discípulos dijo: --Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!
13:2 Y Jesús le dijo: --¿Veis estos grandes edificios? Aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
13:3 Estando él sentado en el monte de los Olivos frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaban aparte:
13:4 --Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas estén por cumplirse?
13:5 Jesús comenzó a decirles: --Mirad que nadie os engañe.
13:6 Muchos vendrán en mi nombre diciendo: "Yo soy", y engañarán a muchos.
13:7 Pero cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis. Es necesario que así suceda, pero todavía no es el fin.
13:8 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos por todas partes. Habrá hambres. Estos son principio de dolores.
13:9 Pero vosotros, mirad por vosotros mismos. Porque os entregarán en los concilios, y seréis azotados en las sinagogas. Por mi causa seréis llevados delante de gobernadores y de reyes, para testimonio a ellos.
13:10 Es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones.
13:11 Cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis por lo que hayáis de decir. Más bien, hablad lo que os sea dado en aquella hora; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
13:12 El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los harán morir.
13:13 Y seréis aborrecidos de todos, por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
13:14 Pero cuando veáis que la abominación desoladora se ha establecido donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes.
13:15 El que esté en la azotea no descienda ni entre para sacar algo de su casa,
13:16 y el que esté en el campo no vuelva atrás para tomar su manto.
13:17 ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!
13:18 Orad, pues, que no acontezca en invierno.
13:19 Porque aquellos días serán de tribulación como nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta ahora, ni habrá jamás.
13:20 Si el Señor no hubiese acortado aquellos días, no se salvaría nadie; pero por causa de los escogidos que él eligió, él ha acortado aquellos días.
13:21 Entonces, si alguien os dice: "He aquí, aquí está el Cristo", o "He allí, allí está", no le creáis.
13:22 Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y maravillas para engañar, de ser posible, a los escogidos.
13:23 Pero vosotros, ¡mirad! Os lo he dicho todo de antemano.
13:24 Entonces en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor.
13:25 Las estrellas caerán del cielo, y los poderes que están en los cielos serán sacudidos.
13:26 Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria.
13:27 Después enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
13:28 De la higuera aprended la parábola: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca.
13:29 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
13:30 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan.
13:31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
13:32 Pero acerca de aquel día o de la hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo, sino sólo el Padre.
13:33 Mirad y velad, porque no sabéis cuándo será el tiempo.
13:34 Será como el hombre que al salir de viaje dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, a cada uno su obra, y al portero mandó que velase.
13:35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa, sea a la tarde, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana;
13:36 no sea que cuando vuelva de repente os halle durmiendo.
13:37 Lo que a vosotros digo, a todos digo: ¡Velad!
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14:1 Dos días después era la Pascua y la fiesta de los panes sin levadura. Y los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo prenderle por engaño y matarle,
14:2 pues decían: "No en la fiesta, de modo que no se haga alboroto en el pueblo."
14:3 Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús.
14:4 Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron: --¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?
14:5 Porque podría haberse vendido este perfume por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella,
14:6 pero Jesús dijo: --Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ella ha hecho una buena obra conmigo.
14:7 Porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, y cuando queréis les podéis hacer bien; pero a mí no siempre me tenéis.
14:8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
14:9 De cierto os digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que ésta ha hecho será contado para memoria de ella.
14:10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.
14:11 Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarle en un momento oportuno.
14:12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: --¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?
14:13 El envió a dos de sus discípulos y les dijo: --Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle;
14:14 y donde entre, decid al dueño de casa: "El Maestro dice: '¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?'"
14:15 Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparad allí para nosotros.
14:16 Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua.
14:17 Al atardecer fue con los doce;
14:18 y cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: --De cierto os digo que uno de vosotros, el que come conmigo, me va a entregar.
14:19 Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: --¿Acaso seré yo?
14:20 El les dijo: --Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato.
14:21 A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.
14:22 Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo: --Tomad; esto es mi cuerpo.
14:23 Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron todos de ella.
14:24 Y él les dijo: --Esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos.
14:25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
14:26 Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.
14:27 Entonces Jesús les dijo: --Todos os escandalizaréis de mí; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.
14:28 Pero después de haber resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
14:29 Entonces Pedro le dijo: --Aunque todos sean escandalizados, yo no.
14:30 Jesús le dijo: --De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
14:31 Pero él decía con mayor insistencia: --Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. También todos decían lo mismo.
14:32 Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: --Sentaos aquí, mientras yo oro.
14:33 Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
14:34 Y les dijo: --Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad.
14:35 Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora.
14:36 Decía: --¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
14:37 Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro: --Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora?
14:38 Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
14:39 De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras.
14:40 Cuando volvió otra vez, los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.
14:41 Volvió por tercera vez y les dijo: --¿Todavía estáis durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.
14:42 ¡Levantaos, vamos! He aquí, está cerca el que me entrega.
14:43 En seguida, mientras él aún hablaba, llegó Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
14:44 El que le entregaba les había dado señal diciendo: "Al que yo bese, ése es. Prendedle y llevadle con seguridad."
14:45 Cuando llegó, de inmediato se acercó a él y dijo: --¡Rabí! Y le besó.
14:46 Entonces ellos le echaron mano y le prendieron;
14:47 pero uno de los que estaban allí, sacando su espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
14:48 Jesús respondió y les dijo: --¿Como contra un asaltante habéis salido con espadas y palos para prenderme?
14:49 Cada día yo estaba delante de vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Pero así es, para que se cumplan las Escrituras.
14:50 Entonces todos los suyos le abandonaron y huyeron.
14:51 Pero cierto joven, habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, le seguía; y le prendieron.
14:52 Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.
14:53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.
14:54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote, y estaba sentado con los guardias y se calentaba ante el fuego.
14:55 Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a muerte; pero no lo hallaban.
14:56 Porque muchos daban falso testimonio contra Jesús, pero sus testimonios no concordaban.
14:57 Entonces se levantaron unos, y dieron falso testimonio contra él diciendo:
14:58 --Nosotros le oímos decir: "Yo derribaré este templo que ha sido hecho con manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos."
14:59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos.
14:60 Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y preguntó a Jesús diciendo: --¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
14:61 Pero él callaba y no respondió nada. Otra vez el sumo sacerdote le preguntó y le dijo: --¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
14:62 Jesús le dijo: --Yo soy. Y además, veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo.
14:63 Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura y dijo: --¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
14:64 Vosotros habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos ellos le condenaron como reo de muerte.
14:65 Algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle la cara y a darle de bofetadas, diciendo: --¡Profetiza! También los guardias le recibieron a bofetadas.
14:66 Estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote.
14:67 Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él y le dijo: --Tú también estabas con Jesús de Nazaret.
14:68 Pero él negó diciendo: --No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió afuera a la entrada, y el gallo cantó.
14:69 Cuando la criada le vio, comenzó otra vez a decir a los que estaban allí: --Este es uno de ellos.
14:70 Pero él negó otra vez. Poco después, los que estaban allí decían otra vez a Pedro: --Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque eres galileo.
14:71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar: --¡No conozco a este hombre de quien habláis!
14:72 Y en seguida cantó el gallo por segunda vez, y Pedro se acordó de la palabra, como Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo dos veces, tú me negarás tres veces." Y pensando en esto, lloraba.
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15:1 Y luego, muy de mañana, cuando los principales sacerdotes ya habían consultado con los ancianos, con los escribas y con todo el Sanedrín, después de atar a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.
15:2 Y Pilato le preguntó: --¿Eres tú el rey de los judíos? Y respondiendo le dijo: --Tú lo dices.
15:3 Los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
15:4 Pero Pilato le preguntaba de nuevo diciendo: --¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
15:5 Pero Jesús aun con eso no respondió nada, de modo que Pilato se maravillaba.
15:6 En la fiesta Pilato solía soltarles un preso, el que pidiesen.
15:7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con los rebeldes que habían cometido homicidio en la insurrección.
15:8 La multitud se levantó y comenzó a pedir que les hiciese como acostumbraba.
15:9 Entonces Pilato les respondió diciendo: --¿Queréis que yo os suelte al rey de los judíos?
15:10 Porque sabía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes.
15:11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás.
15:12 De nuevo intervino Pilato y les decía: --¿Qué, pues, queréis que haga con el que llamáis "el rey de los judíos"?
15:13 De nuevo gritaron: --¡Crucifícale!
15:14 Entonces Pilato les dijo: --¿Pues, qué mal ha hecho? Pero lanzaron gritos aun más fuertes: --¡Crucifícale!
15:15 Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
15:16 Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía.
15:17 Le vistieron de púrpura; y habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron
15:18 y comenzaron a aclamarle: --¡Viva, rey de los judíos!
15:19 También le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y puestos de rodillas le rendían homenaje.
15:20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron su propia ropa. Entonces le sacaron para crucificarle.
15:21 Obligaron a uno que pasaba viniendo del campo, a un cierto Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, a que cargara la cruz de Jesús.
15:22 Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido es lugar de la Calavera.
15:23 Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
15:24 Y le crucificaron, y repartieron sus vestiduras, echando suertes sobre ellas para ver qué se llevaría cada uno.
15:25 Era la hora tercera cuando le crucificaron.
15:26 El título de su acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS.
15:27 Y con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.
15:28 Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos.
15:29 Y los que pasaban le insultaban, meneando sus cabezas y diciendo: --¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días,
15:30 ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz!
15:31 De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con los escribas decían: --A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar.
15:32 ¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él le injuriaban.
15:33 Cuando llegó la hora sexta, descendió oscuridad sobre toda la tierra, hasta la hora novena.
15:34 Y en la hora novena Jesús exclamó a gran voz, diciendo: --¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani? --que traducido quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?--.
15:35 Al oírle, algunos de los que estaban allí decían: --He aquí, llama a Elías.
15:36 Corrió uno y empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: --Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.
15:37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
15:38 Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
15:39 El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: --¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!
15:40 También estaban allí algunas mujeres, mirando desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo el Menor y de José, y Salomé.
15:41 Cuando Jesús estaba en Galilea, éstas le seguían y le servían. También había muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
15:42 Cuando ya atardecía, siendo el día de la Preparación, es decir, la víspera del sábado,
15:43 llegó José de Arimatea, miembro ilustre del concilio, quien también esperaba el reino de Dios, y entró osadamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
15:44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto. Y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto.
15:45 Una vez informado por el centurión, concedió el cuerpo a José.
15:46 Comprando una sábana y bajándole de la cruz, José lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que había sido cavado en una peña. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
15:47 María Magdalena y María la madre de José miraban dónde le ponían.
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16:1 Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirle.
16:2 Muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro apenas salido el sol,
16:3 y decían una a otra: --¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
16:4 Pero cuando miraron, vieron que la piedra ya había sido removida, a pesar de que era muy grande.
16:5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido de una larga ropa blanca, y se asustaron.
16:6 Pero él les dijo: --No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, quien fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. He aquí el lugar donde le pusieron.
16:7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo.
16:8 Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque temblaban y estaban presas de espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
16:9 Una vez resucitado Jesús, muy de mañana en el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de la cual había echado siete demonios.
16:10 Ella fue y lo anunció a los que habían estado con él, que estaban tristes y lloraban.
16:11 Pero cuando ellos oyeron que estaba vivo y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
16:12 Después apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando hacia el campo.
16:13 Ellos fueron y lo anunciaron a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron.
16:14 Luego, apareció a los once cuando estaban sentados a la mesa, y les reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
16:15 Y les dijo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16:16 El que cree y es bautizado será salvo; pero el que no cree será condenado.
16:17 Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas,
16:18 tomarán serpientes en las manos, y si llegan a beber cosa venenosa, no les dañará. Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán."
16:19 Después que les habló, el Señor Jesús fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.
16:20 Y ellos salieron y predicaron en todas partes, actuando con ellos el Señor y confirmando la palabra con las señales que seguían.
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